Algunos dañados, otros funcionan

Un proyecto desarrollado para la Galería Jenny Vilà, Cali.

Las virtudes del negocio (extracto)

“Pinturas y esculturas son ofrecidas como neveras y máquinas de coser en una feria del hogar… ¿Uno puede hacer eso? ¿Poner una obra de arte en el mercado como si fuera un objeto cualquiera?”, dijo un crítico de arte en 1967 despreciando la primera feria de arte contemporáneo. Cuando la feria Kunstmarkt del 67 abrió sus puertas en Colonia, habría sido difícil imaginar que otras ciudades del mundo querrían copiar este modelo. Y sin embargo, Artbo es solo una de las nueve ferias de este tipo que se realizarán alrededor del planeta en octubre. La capacidad del arte de atravesar el globo, encontrar nuevos compradores y crear mercados partiendo de los escombros ha sido posible debido al modelo actual de las ferias de arte. Y aunque la invasión de estos espacios es incuestionable, determinar su valor es algo totalmente diferente.

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Arte y negocio

No hay duda de que las ferias de arte han cambiado la dinámica del negocio de las galerías, pero también, en ocasiones, han cambiado la forma en que los artistas trabajan. En cierta oportunidad, Rirkrit Tiravanija hizo un muro de ladrillo en la entrada del desocupado stand de la galería Neugerriemschneider, de Berlín, en Art Basel Miami. Con este gesto de rechazo poético, Tiravanija contribuyó exitosamente, según Jack Bankowsky, al crecimiento del género “arte de feria de arte”, descrito como un trabajo que toma el contexto de la feria como parte integral de la creación. El “arte de feria de arte” puede darles a las ferias una dosis de integridad.

Tal vez el mejor criterio para establecer el valor de una feria de arte es que incluya trabajos que respondan vigorosamente a su contexto, haciendo alusión a su destino como “arte de feria de arte”. Más que un lugar en el que las galerías puedan imponer su marca y desarrollar su exclusiva lista de artistas para exportar a cientos de ferias, tengo la ilusión de un arte que sea antagonista de su ambiente, o que por lo menos se percate del sistema en el que es consumido. ¿Podría lograrlo ArtBo?

Un proyecto del artista colombiano Nicolás Consuegra produce cierto optimismo. Situando el trabajo en respuesta a la feria, Consuegra exhibirá un grupo de esculturas basadas en los televisores CRT. Diferentes modelos de distintos tamaños serán fabricados en fibra de madera y apilados en el stand de la galería Jenny Vilà, a la espera de su diseminación. Su obra parece cuestionar la diferencia entre arte, neveras, máquinas de coser y televisores. Los trabajos relacionados con el contexto pueden ayudar a transformar la premisa de esta pregunta en algo aún más significativo: ¿cómo han cambiado las ferias de arte la manera en que el arte es creado, visto y entendido?

Tal vez este no es el momento para estas reflexiones. Al fin y al cabo es una feria de arte, ¡por el amor de Dios! ¡Hay buen arte para comprar en Bogotá! ¡Hay que celebrar! La esperanza de que exista un panorama más complejo para el arte no siempre coincide con el deseo del público de tener un centro comercial temporal dedicado a vender arte. Así que concluiré con las palabras recalcitrantes del crítico de arte Dave Hickey, quien se expresó consternado pero emocionado por la desenfrenada diversión que encontraría en la feria Frieze de Londres: “¡Esto no es serio! ¡Esto es comercial! ¡Gócelo!”.

Tomado del artículo Las virtudes del negocio, por Micah Malone.
Revista Arcadia. Ed. 73. Publicado en octubre 20 de 2011.

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