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Un proyecto desarrollado para LA CENTRAL, Bogotá. 8 de mayo al 14 de junio de 2013.
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Elements for a Collective Unity, 2013.
A set of three-dimensional pieces cast in paraffin wax, which copy the forms found in a series of agitators extracted from old laundromats, occupy part of the gallery space. Their singular shapes are intended to recall the conspicuous forms of certain utopian monuments of the past (i.e. Vladimir Tatlin’s Monument for the Third International). Sleek, dynamic forms melt down while the exhibition is held and become rather amorphous shapes that serve as metaphor to represent how human endeavors (and revolutions) are “consumed” and fade out in time.
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El porvenir hecho mercancía
Un conjunto de piezas tridimensionales hechas en parafina ocupa una parte de la galería La Central en la exposición Elementos para una unidad colectiva del artista Nicolás Consuegra. Sus extrañas formas recuerdan proyectos de edificios de proporciones descomunales, construcciones utópicas nunca realizadas que se prometían como íconos de la civilización y el progreso industrial.
Una de estas piezas, así como la que está ubicada en el segundo piso de la galería, se asemeja en su forma al proyecto del Monumento a la III Internacional realizado por Vladimir Tatlin. Este proyecto de edificio-monumento concebido en 1919, un tiempo después de la victoria de los bolcheviques en la Revolución de Octubre, no sólo prometía ser el gran símbolo de la revolución comunista, sino también de una revolución que reinventaría la dimensión estética en los objetos de uso cotidiano a lo largo del siglo XX. Además de generar una decidida ruptura con la arquitectura inspirada en motivos del pasado, se trataba de una construcción de avanzada –edificio y escultura a la vez– que articulaba al arte con la ciencia y la industria.
La alusión al proyecto de Tatlin en la exposición Elementos para una unidad colectiva aparece mediante la observación que el artista hace a varios agitadores de lavadoras. Consuegra recolecta una gran variedad de formas de estas piezas industriales y advierte que están rodeadas de significaciones en torno al diseño como valor de cambio de “revolución tecnológica”. Pero, ¿qué sentido tiene descubrir una forma-arquetipo de la utopía del progreso en un agitador de lavadora? Estas piezas parecen sugerirnos que el diseño inicial prometía una revolución en la forma y la misma forma en la lavadora ha hecho de la revolución y del porvenir una mercancía.
En este sentido, los desplazamientos semánticos de las formas, de los conceptos y de las condiciones de producción han sido unos de los problemas que mayormente ha trabajado Nicolás Consuegra en sus proyectos artísticos. En sintonía con trabajos anteriores como Aquí y allá (2011) o Día y Noche (2012), el artista transfiere al ámbito del arte objetos realizados mediante saberes populares urbanos. Más que una fetichización de la estética popular en el espacio de la galería, lo que resulta interesante para el artista es que existe un tipo de conocimiento acumulado a través de la práctica que permite resolver problemas de diseño sin valerse de tecnologías complejas. Así entonces, tanto las piezas de parafina como la que está hecha en aglomerado, han sido ejecutadas por personas cuyo conocimiento proviene de la tradición de los oficios y en poca medida de los logros del diseño industrial.
Si el sueño de Tatlin consistía en llevar el arte a los objetos de la vida cotidiana mediante los logros de la industria, esta exposición materializa los trayectos desviados de esa utopía. Queda en evidencia que los “objetos de diseño” y los “objetos de arte” participan al unísono en un sistema de mercancías y que allí el artista parece que sólo puede hacer un saboteo al valor de las obras de arte: las piezas de parafina son esculturas que funcionan como velones —tienen pabilo, pueden encenderse y consumirse totalmente— y el artista impide la contemplación de una pieza al encerrarla. Así entonces, la utopía prometida por los constructivistas rusos colapsa en esta exposición en los modos de producción de las piezas, en sus materiales fácilmente extinguibles, pero sobre todo, al poner en evidencia una economía política de sus signos.
Nadia Moreno
Mayo de 2013
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